El 15, 16 y 17 de agosto de 2016 se realizó una nueva edición de la Brigada Anticorrupción en la ciudad de Chimbote. En esa ocasión nuestro equipo de especialistas y voluntarios visitó la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote.
BRIGADA ANTICORRUPCIÓN EN HUARAZ
En agosto del año 2016, la Brigada Anticorrupción visitó la Municipalidad Distrital de Independencia en la ciudad de Huaraz, región Áncash.
Así se llevó a cabo las actividades de la Brigada Anticorrupción en Huaraz
BRIGADA ANTICORRUPCIÓN EN TRUJILLO
La Brigada Anticorrupción de Proética llegó en julio de 2016 a la ciudad de Trujillo. Durante los días 20,21 y 22 de ese mes, nuestro equipo de especialistas y voluntarios, acompañados de personal de la Defensoría del Pueblo Perú, realizó labores de vigilancia ciudadana para identificar casos o riesgos de corrupción en la Municipalidad Provincial de Trujillo.
Así se llevó a cabo las actividades de la Brigada Anticorrupción en Trujillo
BRIGADA ANTICORRUPCIÓN EN MAYNAS
El 07 y 08 de julio de 2016, la #BrigadaAnticorrupción de Proética inició su recorrido por las diversas regiones del país, empezando por el distrito de Indiana, provincia de Maynas, región Loreto.
Nuestro equipo de voluntarios realizó sus actividades de auditoría y vigilancia ciudadana en la municipalidad del distrito y brindó asesoramiento a los vecinos sobre cómo llevar a cabo una denuncia por corrupción.
Así se llevó a cabo las actividades de la Brigada Anticorrupción en Maynas – Loreto
Samuel Rotta: “La tolerancia hacia la pequeña y mediana corrupción se mantiene”
Entrevista a Samuel Rotta, Director Ejecutivo de Proética, en el programa Nada Está Dicho de RPP Noticias
(Vía El Correo) Sobornos, coimas, interrogatorios, indicios, pruebas, prisión preliminar, preventiva, arresto domiciliario: palabras que, por estas fechas, forman parte de nuestras vidas. Samuel Rotta, director de Proética, opinó sobre la corrupción, el tema que se encuentra latente en la coyuntura nacional a raíz del Caso Lava Jato, y que tiene como principal protagonista a la constructora brasileña Odebrecht.
Proética es el capítulo peruano de Transparencia Internacional, y surgió a raíz de la corrupción en los años ´90 durante la dictadura fujimorista. A partir de 2002, esta Ong realiza encuestas a nivel nacional sobre esta lacra social que origina la pérdida de millones para el estado peruano. Su director, Samuel Rotta, sostiene que, si se toman en cuenta los estudios que vienen realizando, el sentir de la población es contradictorio.
“Si ves la línea de tiempo, tú ves la preocupación de la ciudadanía por la gran corrupción, la indignación va aumentando claramente. Pero si ves la tolerancia de la gente hacia la pequeña y mediana corrupción, se mantiene estable, no se mueve nada. Son 2/3 de peruanos y peruanas que toleran pagar un sencillo para que te perdonen una multa”, indicó Rotta en entrevista con RPP, poniendo el foco sobre un indicador que no debemos pasar por alto, y que ciertamente refleja una ausencia de valores en la cotidianidad de los peruanos.
Asimismo, el director Samuel Rotta sostiene que existe un factor determinante en los escándalos de corrupción que viene involucrando a las altas esferas del poder en los últimos años.
“Hay un concepto clave que es de institucionalización. Si no fortalecemos nuestras instituciones, la cosa no va cambiar. Ya tuvimos un proceso de saneamiento en el cambio de siglo, con Fujimori, Montesinos, hubo sanciones, sentencias, intentos de cambios normativos importantes. Pero no llegamos a cambiar porque no avanzamos enserio en los procesos de institucionalización”, sostuvo.
Sin embargo, Rotta dice que los políticos están actuando para que esta lacra no vuelva a repetirse con ese nivel de gravedad que vienen padeciendo los ciudadanos. “Los procesos de reforma de sistema de justicia, reforma del sistema político, son un inicio, parece que hay un interés, un entendimiento de parte de las más altas esferas del poder”
Fecha: 04 de mayo del 2019

Comunicado: Por un Perú sin corrupción, la verdad no puede detenerse

Ante la trágica muerte del ex-presidente Alan García, ocurrida durante una diligencia en una investigación de un caso de corrupción, Proética desea expresar que la pérdida de una vida humana es siempre lamentable y, por ello, extiende sus condolencias a sus deudos.
Rechazamos, sin embargo, la intención política de desacreditar las investigaciones del caso “Lava Jato”, que se esconde detrás de la actitud irresponsable de varios actores y sectores políticos, de pretender culpar de este trágico suceso al gobierno, a la prensa o al equipo especial de fiscales.
Reconocemos que uno de los factores más importantes en el avance de las investigaciones contra la gran corrupción es la independencia de los cuerpos de fiscales responsables de las mismas y de los jueces que toman las decisiones en cada etapa. Esta condición, que ha sido lograda en nuestro país a pesar de muchos obstáculos, debe respetarse y preservarse.
La verdad de lo que ocurrió en torno al robo multimillonario de recursos de los peruanos, perpetrado durante años por empresas y políticos corruptos, debe abrirse paso. Sabemos que tomará meses, o quizá años, hasta llegar a las primeras sentencias; sin embargo, la ruta está trazada. Por el desarrollo del Perú que merecemos, no debemos permitir que ésta se quiebre ni que se consagre, una vez más, la impunidad.
Lima, 19 de abril de 2019
Descarga nuestro comunicado aquí.
Agenda anticorrupción y liderazgo político. Hacia una nueva etapa

Después del referéndum y de la salida del Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, desde algunos sectores se ha venido señalando que la agenda de la lucha contra la corrupción del gobierno se ha desgastado como fuente de apoyo político y que al presidente Vizcarra le convendría trasladar su liderazgo a otros campos, usualmente entendidos como más cercanos al día a día de la ciudadanía.
Hay tres motivos, desde nuestro punto de vista, por los que descartar el tema anticorrupción o ponerlo en un segundo plano sería un error. En primer lugar, las investigaciones relacionadas al caso Lava Jato seguirán siendo protagonistas de nuestra vida política, tal como acaba de demostrarse con la orden de detención al ex presidente Pedro Pablo Kuczinsky, por lo que, mientras vayan conociéndose más detalles de las operaciones del elenco político y empresarial relacionado al caso, mientras vayan tomándose medidas restrictivas o no y, principalmente, en la forma en la que vayan respondiendo los imputados en el terreno político, la corrupción se mantendrá altamente visible en la agenda pública.
En segundo término, no hay que olvidar que en nuestro país los escándalos de corrupción son como los temblores: sabemos que van a ocurrir, aunque no sepamos cuándo ni dónde. Cuando el próximo escándalo suceda, se le reclamará al gobierno haber dejado de darle la prioridad que se merece al tema. Se puede replicar que si el gobierno ha estado activo en el tema, cuando surja un nuevo escándalo igual se le reclamará no haberlo previsto. Pero este riesgo es normal; más bien, si ha estado activo, contará con más elementos para manejar la crisis de mejor manera. La gran diferencia entre países percibidos como corruptos de los íntegros no es que no haya corrupción, sino la forma en la que se responde ante ella.
Y, tercero, el plan reformista está todavía a medias. La presentación de los proyectos de ley que configurarán la reforma política debe tener lugar esta semana, y se abrirá una crucial fase de discusión en el parlamento, en la cual toca cuidar que no se metan de contrabando candados que busquen asegurar que nada cambie. Mientras eso ocurra, se está entrando recién a la etapa de implementación de la reforma de justicia. Y aún falta sumar reformas pendientes en otros campos menos visibles, como el necesario fortalecimiento de la autoridad de transparencia, anunciado hace ocho meses y que aún no se concreta.
El nivel de control por parte del gobierno sobre la mayoría de estos procesos varía notoriamente, con un claro balance al déficit, pues la aprobación de leyes en el Congreso o la puesta en marcha de la Junta Nacional de Justicia, dependen de otros actores. Sin embargo, el papel de liderazgo político es indispensable para avanzar sustancialmente en todos esos frentes. En la última encuesta nacional sobre corrupción de Proética (setiembre 2017), cuando preguntábamos a la ciudadanía quién debería liderar la lucha contra la corrupción en el país, la principal respuesta era “el presidente” (44%). Al mismo tiempo, también registramos que solo 1 de cada 4 peruanos consideraba que el gobierno de Kuczynski estaba siendo eficaz contra la corrupción, a solo un año de haber asumido su mandato y cuando el escándalo Lava Jato todavía no lo había tocado, revelando una brecha entre expectativa y realidad.
El gobierno no solo no debe desentenderse de esta agenda, sino que debe redefinir su posición, entendiendo con mayor profundidad la dimensión y horizonte del reto, proponiendo el cambio al cual se quiere llegar como país y liderando la ruta para ello.
Fecha de publicación: 10/04/19
Informalidad, corrupción y la ruta a la institucionalización

La cochera que funcionaba como paradero donde se incendió el bus de la empresa Sajy el domingo pasado había sido clausurada un mes atrás por la Municipalidad de San Martín de Porres, debido a que no tenía licencia para operar dando este servicio, según los reportes periodísticos. Los buses de Sajy salían de ese lugar porque poco antes, a inicios de febrero, el municipio había encontrado que el terminal formal que usaban solo tenía licencia para una empresa, no para las 60 que lo utilizaban. Y, sin embargo, luego de los dos inconvenientes, los buses siguieron saliendo y llegando.
Se puede hacer una tipología tentativa de las relaciones entre informalidad y corrupción. Un primer tipo ocurre porque las actividades empresariales informales requieren romper algunas manos de funcionarios fiscalizadores para que sus ojos se hagan de la vista gorda, permitiéndoles reproducirse sin mayores contratiempos. Un ejemplo de manual es el conductor de la chatarra sobre ruedas que soborna a un policía para que pase por alto que no tiene la revisión técnica. La ineptitud o la escasez de recursos son una buena justificación de los órganos supervisores para ocultar la corrupción. Podría ser que estuviéramos ante este tipo de relación en el caso de los terminales informales.
En una segunda forma de la relación, la informalidad es una oportunidad para obtener proactivamente rentas ilegales por parte de funcionarios públicos. Era lo que ocurrió con la gestión del ex alcalde de La Victoria, Elías Cuba, que habría organizado un sistema de cobro de cupos a los ambulantes de Gamarra y otras zonas comerciales del distrito para permitirles vender sus productos. Es una relación inversa con respecto de la primera.
Hay un nivel más avanzado de relación, en el cual se complejizan las actividades y escalan hasta un punto en que informalidad y corrupción se vuelven indistinguibles. Es lo que pasaba con los alcaldes de Punta Negra, Santa Rosa y Tacna, entre otros, capturados en distintos “mega-operativos”, sospechosos de pertenecer a organizaciones criminales de tráfico de terrenos o liderarlas desde sus respectivos municipios.
Frente a las 17 muertes en el bus Sajy, las medidas reactivas son necesarias, pero insuficientes. En el mejor escenario, se podrá esclarecer responsabilidades y corregir deficiencias específicas: la empresa perderá su licencia, se clausurará el local, alguien irá a la cárcel y posiblemente se llegue a determinar qué órgano fiscalizador falló y por qué (si es que hubo corrupción) y se le sancione.
Sin embargo, el problema es claramente mayor. Se ha señalado de forma recurrente que ante la informalidad todos tenemos alguna responsabilidad. Solo como ejemplo, los datos de la última edición de la encuesta nacional sobre corrupción de Proética (setiembre 2017), recogen el nivel de tolerancia a conductas corruptas y transgresoras, una de las cuales es el “pirateo” de servicios, como electricidad, agua, TV cable e internet. Entre aquellas personas que toleraban abiertamente esa conducta y quienes respondían con una actitud ambigua, se agrupaba un sólido 72% de peruanos y peruanas.
El gobierno del presidente Martín Vizcarra está realizando un esfuerzo muy saludable por fortalecer la institucionalidad del país que, por ahora, está concentrado en el sistema de justicia y en la política. Esta nueva tragedia podría moverlo a pensar también en las actividades económicas informales, empezando por el transporte interprovincial. Pero, además, debiera servir para recordar que este impulso institucionalista no puede quedarse en la necesaria y, sin duda, complicada aprobación de reformas, sino que debe ir considerando la fase crucial de la implementación y el ambiente social en el que se van a tener que desplegar estas normas; un ambiente cruzado por la tolerancia a la corrupción y la prevalencia de relaciones informales.
Fecha de publicación: 02/04/19