Gris panza de burro: Tolerancia a la corrupción en el Perú

Por Samuel Rotta. Hace casi medio siglo, Arnold Heidenheimer, en un texto clásico dentro de la literatura académica sobre corrupción, se preguntaba por qué algunas conductas corruptas tenían más probabilidades de extenderse en determinados tipos de sociedades que en otros.

Para responderse, elaboró una simple escala de grises: etiquetó como “corrupción blanca” a aquellas conductas que no generan un rechazo vigoroso en ningún sector social; como “corrupción negra” a aquellas conductas sobre las que hay amplio consenso en que no pueden ser toleradas y deben ser sancionadas; finalmente, como “corrupción gris” a aquellas conductas frente a las cuales solo algunos sectores, particularmente las elites, tienen una actitud de rechazo, mientras que la mayoría las tolera o no es tajante en su rechazo.

Heidenheimer aplicó este esquema a un grupo de conductas de corrupción en cuatro tipos distintos de comunidades para analizar la tolerancia a en cada una de ellas.  Verificó que en el sistema moderno basado en la cultura cívica había una menor recurrencia y un mayor rechazo que en las otras tres comunidades: sistemas tradicionales basados en relaciones de parentesco o patronazgo y el sistema moderno basado en relaciones clientelares.

 

 

En el Perú

Como en cualquier sociedad, distintos sistemas de intercambio socio-políticos conviven en el Perú. Hay decisiones públicas que se toman por el peso de relaciones familiares o amicales (contrataciones en puestos de confianza, por ejemplo), por los compromisos asumidos a través de redes de clientela política (entrega de certificados de posesión en zonas de riesgo, como volvimos a ver a propósito de las tragedias generadas por los deslizamientos e inundaciones del verano pasado) o para satisfacer expectativas de beneficios económicos que se hicieron actores corporativos luego de apoyar financieramente una campaña política (reformas normativas o relajo de regulaciones), entre otras razones.

Mapear las distintas conductas, según su grado de tolerancia y las razones que lo explican, puede ayudar a diseñar y gestionar programas anticorrupción más “inteligentes”, que enfrenten causas particulares para cada una de ellas, con medidas que no se queden en la solución facilista de reformas legales universales que se implementan a tientas, si no que se dirijan a cambiar actitudes y prácticas cotidianas.

Un ejercicio muy preliminar en nuestro país puede hacerse con datos de la Encuesta Nacional sobre Corrupción (Proética 2017). Aunque son pocas conductas analizadas y limitadas a pequeña corrupción, podemos apreciar que el rechazo está lejos de ser consensual hacia ninguno de los casos evaluados y lo que predomina es una actitud ambigua (corrupción gris).

 

 

El ejercicio puede profundizarse para ver cómo se comportan los distintos grupos sociales frente a cada conducta; en particular para encontrar si es que, como sugería Heidenheimer para el caso de comunidades con alto rechazo a la corrupción, las élites presentan una inclinación a reflejar una “cultura cívica” más clara que otros sectores.

Aunque sí hay un rechazo a las conductas de corrupción mayor entre el grupo económicamente más acomodado (A), este no es categórico y más bien está en ligera desventaja frente a los que se muestran ambiguos (gris).  Prácticamente, a medias.

 

 

 

 

Por su parte, las clases medias (B-C) y los sectores populares (D-E) presentan datos parecidos frente a las tres conductas: una ambigüedad bastante alta, con barras grises entre 55% y 70%, complementado con rechazos que van de 15% a 34%. Hay una tendencia a que se reduzca el mientras más bajo es el NSE.

Este ejercicio preliminar comprueba la actitud ambigua ante la corrupción –al menos, pequeña corrupción—extendida entre todos los sectores socioeconómicos; ni siquiera en el grupo más acomodado hay una “cultura cívica” que predomine.  Esto sugiere, por lo pronto, la necesidad de estrategias dirigidas a quebrar la idea de la corrupción como algo inevitable y “natural”, sea con campañas informativas y de sensibilización, como con ejemplos de sanción efectiva y difusión, dirigidas a públicos muy distintos entre sí.

  • Fecha de publicación: 30/01/2018
  • Foto: Propia
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