Dirigió la Defensoría del Pueblo entre el 2000 y 2005, y fue ministro del Interior del 2013 al2014. Sin duda, su vasta expe-riencia lo convierte en unavoz autorizada sobre la luchacontra la impunidad y su rela-ción con la corrupción. El Mg.Walter Albán nos recibió en su recién estrenada oficina de Proética, desde donde seguirá librando la misma batalla.
¿Qué condiciones permiten la generalización de la impunidad en nuestra sociedad? Las reglas que se establecen con demasiada ligereza no son asumidas por el conjunto de la sociedad porque existe una percepción de que no, necesariamente, se tienen que acatar. Hay poca confianza ciudadana en la importancia de su respeto y, a veces, estas reglas no tienen un correlato práctico o ponen exigencias más allá de lo razonable. Así contribuimos a que no tengan vigencia, generamos condiciones para la transgresión y, por ende, para la impunidad, porque sería materialmente imposible sancionara todos los transgresores. Ese es el caldo de cultivo de la corrupción.
Entonces, ¿deberíamos buscar soluciones más creativas que punitivas? Ciertas reglas deben tener una sanción en caso sean incumplidas, pero no basta con establecer sanciones, se necesita que la regla sea razonable y hacer una difusión de sus beneficios para la sociedad. Sin una conciencia cívica clara ya sumida sobre la necesidad de respetar reglas, la transgresión se convierte en una actitud hacia todo el conjunto de la normatividad.
¿Existe algún plan concreto de lucha contra la corrupción desde el Estado? Creo que no hay un plan articulado, sino iniciativas aisladas. A fines de la década de los 90, fue relativamente fácil cohesionar fuerzas políticas y sociales para luchar contra un régimen autoritario y corrupto, pero eso quedó en una promesa y, con la supuesta descentralización, la corrupción ha hecho metástasis, lo que se puede observar en casos como los de Orellana o César Álvarez, sin que se haya tomado ninguna medida importante para ponerle coto.
Instituciones como la Policía o el sistema judicial mantienen la peor percepción de corrupción. Claro, porque a las prácticas tradicionales de corrupción menor le sumamos esta corrupción organizada de mayores dimensiones. No es lo mismo el policía que coimea en la calle que un señor López Meneses que permea a la institución al más alto nivel. Nadie ha podido medir el nivel de corrupción de la Policía, pero es enorme.
¿Por qué aceptó dirigir el Ministerio del Interior, un sector tan asociado a la corrupción? Y, además, asociado a la violación de derechos humanos. La dimensión del reto era enorme, pero no se puede mirar el país por compartimentos y escoger uno en el que se esté más cómodo. La Policía requiere de una depuración. Hay 115 mil policías y una buena cantidad debe salir. Requerimos policías a tiempo completo y con dedicación exclusiva, pues más del 70% trabajan un día sí y otro, no. No habrá un cambio significativo mientras sigamos con una policía de medio tiempo y no se haga una depuración clara. Mi gran reto fue trabajar estos dos temas.
¿Qué margen de acción tuvo? Tuve el respaldo del presidente, aunque hubo que superar temas presupuestarios con el entonces ministro de Economía y Finanzas, Luis Miguel Castilla. Al final, acordamos poner en marcha un plan de recuperación de dedicación exclusiva que, lamentablemente, no me explico porqué quedó en el aire.
¿El Estado es capaz de construir ciudadanía? Creo que eso no va a ocurrir desde un Estado que refleja lo que pasa en la sociedad. Tenemos que trabajar desde la sociedad civil y, por eso, he aceptado el reto de Proética. Dentro del Estado hay instituciones con una responsabilidad mucho más marcada y yo encuentro ahí a la Defensoría del Pueblo, que, a pesar de sufrir atropellos, mantiene un patrón de actuación que la hace de las pocas realmente confiables. Hay que fortalecerla para que sea una socia natural de las organizaciones de la sociedad civil.
El Perú está en el puesto 85 de corrupción mundial y ha sido amonestado por faltas de transparencia. ¿Ve una res-puesta real a estos esfuerzos de la sociedad civil? A pesar de estar en una situación disminuida, estamos mucho mejor que hace una década porque el Estado ya ha asumido compromisos por voluntad propia, así no los esté cumpliendo todos. Veo voluntad de mejora, pero los avatares políticos hacen que esta pase a un segundo plano. Espero que esto se retome, pero se hará más rápido y mejor si las organizaciones de la sociedad civil hacemos de esto un tema de primer lugar en la agenda.