Por Magaly Avila
Belém do Pará, Brasil — La primera semana de la COP30 cerró con una serie de anuncios que reflejan un renovado interés político por la protección de los bosques tropicales, especialmente la Amazonía. Sin embargo, los avances se ven opacados por profundas brechas en financiamiento climático, transparencia e integridad del proceso, así como por la ausencia de compromisos claros para poner fin a los combustibles fósiles.
El inicio de la cumbre estuvo marcado por la firma de la Declaración de Belém, un documento respaldado por 43 países y la Unión Europea que busca fortalecer la acción climática vinculándola a la protección de los bosques tropicales y a la justicia social. Este acuerdo se interpretó como una señal política importante en un contexto global donde los bosques se han convertido en uno de los pilares para lograr las metas climáticas.
Otro anuncio destacado fue el lanzamiento del Tropical Forests Forever Facility (TFFF), un nuevo mecanismo financiero impulsado por Brasil que aspira a movilizar hasta US$125 mil millones para la conservación de bosques húmedos tropicales. Durante la primera semana, se anunciaron US$5.5 mil millones en compromisos iniciales y el respaldo formal de al menos 53 países. El mecanismo propone pagos basados en resultados para los países que mantengan sus bosques en pie y contará con una gestión interina a cargo del Banco Mundial. No obstante, organizaciones indígenas y de sociedad civil han expresado preocupación por la falta de claridad en los criterios de acceso, las salvaguardas socioambientales y la ausencia de garantías para que los recursos lleguen de manera directa a pueblos indígenas y comunidades locales.
La realización de la COP en Belém, en pleno territorio amazónico, aportó una fuerte carga simbólica y recordó la importancia estratégica de este bioma. Estudios presentados durante la cumbre señalan que la Amazonía almacena entre 150 y 200 mil millones de toneladas de carbono, equivalentes a casi dos décadas de emisiones globales. Sin embargo, el bosque ya ha perdido alrededor del 17% de su cobertura original, un nivel peligrosamente cercano al 20%, umbral a partir del cual científicos advierten que podría desencadenarse un colapso irreversible del ecosistema.
La primera semana también estuvo marcada por una movilización sin precedentes de pueblos indígenas amazónicos, quienes se hicieron presentes tanto en las calles como dentro del recinto oficial. Sus demandas incluyen financiamiento directo, respeto a sus derechos territoriales, acciones efectivas contra las economías ilícitas que operan en sus territorios y participación real en la toma de decisiones climáticas. Su voz, no obstante, contrasta con la falta de avances en temas fundamentales de la negociación.
En paralelo, la integridad del proceso de negociación se vio cuestionada por la presencia récord de más de 1,600 lobistas de combustibles fósiles acreditados en la COP30, superando incluso a las delegaciones oficiales de la mayoría de países. Organizaciones de transparencia advierten que esta presencia masiva pone en riesgo la credibilidad de la cumbre y afecta la posibilidad de alcanzar compromisos ambiciosos y libres de conflictos de interés.
Los debates sobre financiamiento climático continúan estancados. No se ha logrado acordar un nuevo objetivo global de financiamiento que reemplace la promesa incumplida de US$100 mil millones anuales hecha en Cancún en el 2010. Además, las discusiones sobre la Meta Global de Adaptación y el fondo de pérdidas y daños avanzan lentamente, dejando a las comunidades más vulnerables sin garantías de recursos predecibles.
La eliminación progresiva de combustibles fósiles, uno de los temas más urgentes para limitar el calentamiento global, también enfrenta resistencia. Hasta el momento no existe un acuerdo sobre un lenguaje vinculante ni un calendario definido para un “phase-out”, debido a desacuerdos entre países desarrollados y productores de petróleo y gas. Esta falta de claridad tiene consecuencias directas para regiones como la Amazonía, donde la expansión petrolera, la minería ilegal y otras actividades extractivas continúan alimentando la degradación forestal y la pérdida de gobernanza territorial.
De cara a la segunda semana, observadores internacionales señalan que la COP30 enfrenta un momento decisivo. Para que esta cumbre marque un punto de inflexión real, será necesario cerrar acuerdos concretos en financiamiento, integridad y eliminación de combustibles fósiles, así como asegurar que mecanismos como el TFFF incorporen transparencia, participación efectiva de pueblos indígenas y salvaguardas robustas.
La COP30 se presenta como la cumbre de la implementación, pero su éxito dependerá de que las señales políticas de esta primera semana se traduzcan en resultados verificables. Sin ello, corre el riesgo de quedar como una cita simbólica en medio de la mayor emergencia climática de nuestra era.
Porque sin integridad no hay acción climática. Y sin Amazonía, no hay futuro.




